En muchas ocasiones fui de viaje con un libro. No me refiero a esos viajes introspectivos y existenciales en los cuales uno viaja solo a lugares apartados y tranquilos (aunque de esos también los hice), sino a cualquier viaje en el que dentro del equipaje se incluya alguna lectura.
Hace un tiempo, estando yo abordando una flota, me detuve un momento a ver qué lecturas tenían los viajantes entre manos. Una señora con mucho maquillaje tenía entre sus manos una copia pirata de Volar sobre el pantano de Carlos Cuauhtémoc Sánchez; un joven de apariencia totalmente normal leía con cierto aburrimiento el Diario del Che en Bolivia; con sorpresa identifiqué una copia de El código Da Vinci en manos de un hombre de aproximadamente 50 años; las revistas de Condorito y algunas otras publicaciones de esa índole también estaban presentes en esa flota.
Hice memoria, durante mis últimos viajes los libros que yo llevé fueron: A sangre fría (Capote), El golem (Meyrink), Cuentos fantásticos (Kafka) y Pedro Páramo (Rulfo) entre otros títulos. Todo esto me hizo pensar en cuales son las lecturas adecuadas para un viaje, supongo que lo “llevadero” de una trama o tema es esencial a la hora de elegir el libro de viaje, en este sentido, dudo mucho que Ulises de Joyce o La montaña mágica de Mann sean lecturas adecuadas para el bus o avión, en cambio Alicia en el país de las maravillas (Carroll) o Ensayo sobre la ceguera (Saramago) piden a gritos el ser llevados de viaje.
Otro factor determinante a la hora de elegir el libro es el lugar al que se está viajando, habrá mucha gente a la que le guste empaparse de “semejanzas” o información del lugar de destino, vale decir que si se dirige a plena selva, La voragine de Rivera sería una elección bastante obvia, o en caso de darse una vuelta por Turquia, cualquiera de las obras de Orham Pamuk sería apropiada para tal viaje. En este sentido, libros de ciencia ficción estarían evidentemente descartados, al menos que el sujeto en cuestión realmente se dirija al espacio a bordo de un transbordador espacial.
Nunca faltan los pseudo-intelectuales que con total indiferencia se la pasan leyendo a Sartre y Nietzsche; o los “bien paceños” que andan con su Saenz, Vizcarra y su periódico; los realistas fantásticos que de García Márquez no pasan; y así, podría enumerar varias categorías de lectores y libros que tuve la oportunidad de observar en distintos viajes.
No creo que haya una lectura realmente “indicada” para un viaje, muchas veces uno lleva el libro que está leyendo en ese momento para no tener que esperar hasta la vuelta para retomar su lectura; o en otros casos resulta que el libro llevado, ni siquiera es abierto o incluso recordado durante el viaje (indicio inequívoco de que el viaje fue muy bueno, la compañía muy agradable, excesivo el cansancio o todos los anteriores).
En este mi último viaje llevé La piel del tambor de Pérez-Reverte, durante el viaje no tuve la necesidad de recurrir a él en busca de distracción y tampoco es un libro tan impresionante como para leerlo en vez de disfrutar del viaje como tal. En unas semanas viajaré de nuevo, en esta ocasión pienso llevar conmigo Los dominios del lobo de Javier Marías, espero que la primera novela del madrileño sea buena, pero no tan buena como para evitar que pueda disfrutar de mi viaje.
Hace un tiempo, estando yo abordando una flota, me detuve un momento a ver qué lecturas tenían los viajantes entre manos. Una señora con mucho maquillaje tenía entre sus manos una copia pirata de Volar sobre el pantano de Carlos Cuauhtémoc Sánchez; un joven de apariencia totalmente normal leía con cierto aburrimiento el Diario del Che en Bolivia; con sorpresa identifiqué una copia de El código Da Vinci en manos de un hombre de aproximadamente 50 años; las revistas de Condorito y algunas otras publicaciones de esa índole también estaban presentes en esa flota.
Hice memoria, durante mis últimos viajes los libros que yo llevé fueron: A sangre fría (Capote), El golem (Meyrink), Cuentos fantásticos (Kafka) y Pedro Páramo (Rulfo) entre otros títulos. Todo esto me hizo pensar en cuales son las lecturas adecuadas para un viaje, supongo que lo “llevadero” de una trama o tema es esencial a la hora de elegir el libro de viaje, en este sentido, dudo mucho que Ulises de Joyce o La montaña mágica de Mann sean lecturas adecuadas para el bus o avión, en cambio Alicia en el país de las maravillas (Carroll) o Ensayo sobre la ceguera (Saramago) piden a gritos el ser llevados de viaje.
Otro factor determinante a la hora de elegir el libro es el lugar al que se está viajando, habrá mucha gente a la que le guste empaparse de “semejanzas” o información del lugar de destino, vale decir que si se dirige a plena selva, La voragine de Rivera sería una elección bastante obvia, o en caso de darse una vuelta por Turquia, cualquiera de las obras de Orham Pamuk sería apropiada para tal viaje. En este sentido, libros de ciencia ficción estarían evidentemente descartados, al menos que el sujeto en cuestión realmente se dirija al espacio a bordo de un transbordador espacial.
Nunca faltan los pseudo-intelectuales que con total indiferencia se la pasan leyendo a Sartre y Nietzsche; o los “bien paceños” que andan con su Saenz, Vizcarra y su periódico; los realistas fantásticos que de García Márquez no pasan; y así, podría enumerar varias categorías de lectores y libros que tuve la oportunidad de observar en distintos viajes.
No creo que haya una lectura realmente “indicada” para un viaje, muchas veces uno lleva el libro que está leyendo en ese momento para no tener que esperar hasta la vuelta para retomar su lectura; o en otros casos resulta que el libro llevado, ni siquiera es abierto o incluso recordado durante el viaje (indicio inequívoco de que el viaje fue muy bueno, la compañía muy agradable, excesivo el cansancio o todos los anteriores).
En este mi último viaje llevé La piel del tambor de Pérez-Reverte, durante el viaje no tuve la necesidad de recurrir a él en busca de distracción y tampoco es un libro tan impresionante como para leerlo en vez de disfrutar del viaje como tal. En unas semanas viajaré de nuevo, en esta ocasión pienso llevar conmigo Los dominios del lobo de Javier Marías, espero que la primera novela del madrileño sea buena, pero no tan buena como para evitar que pueda disfrutar de mi viaje.
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