Pocas cosas se le pueden reclamar a los escritos de Borges, creo que una de ellas es que les falta un poco de cumbia. El humor de Borges es inteligente, graciosísimo, atrayente, ingenioso, lúdico y varias cosas más, pero le falta la alegría sin sentido que puede dar el alcohol y la cumbia. Las francachelas, los trancazos y los meneos de cadera. No me refiero a que es necesario bailar la cumbia para cumbiar, sino que creo que escucharla es parte de su disfrute y su vivencia (en realidad creo que prefiero escucharla).
El ritmo de la cumbia crea un espacio privilegiado que envuelve al oyente y al bailarín, lo mismo que sus letras. Músicos académicos, rockeros puritanos, folkloristas fusionados y demás (obviamente no todos) siempre le critican a la cumbia lo sencillo de sus acordes y lo monótono de su ritmo. Creo que acá es importante volver a Borges para explicar el alcance de la cumbia. Creo, no sin fundamento, que un acorde en una cumbia es todos los acordes de la misma cumbia. O sea, en cada rasgueo de guitarra se encuentran todos los rasgueos de la canción. (Ya no musicalmente hablando, sino borgianamente hablando). En cada acorde de cumbia se encuentran todos los acordes de cumbia del universo. El orden de estos elementos será azaroso y repetirá el caos del universo, así la combinación de los dedos pisando deliberadamente determinadas cuerdas es la variación de un arpegio absoluto que hace a la cumbia.
Yo sinceramente no creo que el ritmo de la cumbia sea simplón y repetitivo, y si en realidad lo es, creo que todo el universo es simplón y repetitivo. Cada hombre es todos los hombres, una palabra es todas las palabras. Este ensayo es el reflejo de otro ensayo que critica la poca creatividad de los compositores de cumbia. Todas las cumbias son la misma cumbia. Cada rasgueo es la variación de otro, es la repetición de otro, y en ese rasgueo se encuentran todos los rasgueos de cumbia del mundo.
Tal vez este texto no tenga sentido, no espero que lo tenga, pero si quisiera que tenga algo de cumbia. Tal vez Borges no esté de acuerdo con esto, la cumbia es lo opuesto a lo intelectual, al conocimiento y al sarcasmo. Pero tal vez David Castro es una variación teñida, movida y morena del escritor argentino, tal vez no.
El ritmo de la cumbia crea un espacio privilegiado que envuelve al oyente y al bailarín, lo mismo que sus letras. Músicos académicos, rockeros puritanos, folkloristas fusionados y demás (obviamente no todos) siempre le critican a la cumbia lo sencillo de sus acordes y lo monótono de su ritmo. Creo que acá es importante volver a Borges para explicar el alcance de la cumbia. Creo, no sin fundamento, que un acorde en una cumbia es todos los acordes de la misma cumbia. O sea, en cada rasgueo de guitarra se encuentran todos los rasgueos de la canción. (Ya no musicalmente hablando, sino borgianamente hablando). En cada acorde de cumbia se encuentran todos los acordes de cumbia del universo. El orden de estos elementos será azaroso y repetirá el caos del universo, así la combinación de los dedos pisando deliberadamente determinadas cuerdas es la variación de un arpegio absoluto que hace a la cumbia.
Yo sinceramente no creo que el ritmo de la cumbia sea simplón y repetitivo, y si en realidad lo es, creo que todo el universo es simplón y repetitivo. Cada hombre es todos los hombres, una palabra es todas las palabras. Este ensayo es el reflejo de otro ensayo que critica la poca creatividad de los compositores de cumbia. Todas las cumbias son la misma cumbia. Cada rasgueo es la variación de otro, es la repetición de otro, y en ese rasgueo se encuentran todos los rasgueos de cumbia del mundo.
Tal vez este texto no tenga sentido, no espero que lo tenga, pero si quisiera que tenga algo de cumbia. Tal vez Borges no esté de acuerdo con esto, la cumbia es lo opuesto a lo intelectual, al conocimiento y al sarcasmo. Pero tal vez David Castro es una variación teñida, movida y morena del escritor argentino, tal vez no.
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